Frente al aumento dramático de las olas de calor, el sector de la construcción está experimentando una transformación profunda para adaptarse a las nuevas exigencias climáticas. Innovadoras técnicas de diseño, materiales avanzados y soluciones arquitectónicas reactivas prometen no solo protección contra el calor extremo, sino también eficiencia energética y bienestar urbano.
Una de las principales respuestas al calor extremo es la arquitectura bioclimática, que recurre al diseño pasivo: orientación estratégica, ventilación cruzada, fachadas ventiladas, techos verdes y materiales aislantes como lana de roca, celulosa o corcho. También se incorporan materiales reflectantes en cubiertas y pavimentos para reducir la temperatura ambiente desviando la radiación solar.
Ejemplos de esta estrategia son las viviendas sociales de Esporles (Mallorca), diseñadas íntegramente con soluciones pasivas que permiten confort térmico sin climatización activa, y la Delfín Tower de Benidorm, que combina fachada bioclimática y paneles solares, reduciendo un 70?% su consumo energético.
La ciencia de materiales está desempeñando un papel clave en esta transición. Investigaciones como las de Cornell University han desarrollado soluciones térmicas innovadoras, como la “madera óptica”, un material de baja absorción solar que enfría pasivamente las superficies.
También destacan las superficies micropatronadas, capaces de actuar como emisores térmicos selectivos: reflejan el calor en verano y lo retienen en invierno, todo sin necesidad de energía adicional.
Las estrategias urbanas también están evolucionando para mitigar el impacto del calor. En Barcelona, la instalación de toldos textiles y pérgolas fotovoltaicas en plazas, patios escolares y zonas verdes ha generado más de 50.000 m² de sombra, cubriendo más del 60?% del espacio público expuesto. Estas infraestructuras no solo ofrecen confort térmico inmediato, sino que también producen energía renovable y fomentan el uso de espacios al aire libre, incluso en los meses más sofocantes.
También surgen intervenciones móviles como Polinature, un refugio climático portátil con jardines verticales que reduce hasta 5?°C la temperatura ambiental y atrae polinizadores en zonas urbanas. Instalado en plazas o campus universitarios, ofrece una respuesta flexible y de rápida implementación ante episodios de calor extremo.
La incorporación de vegetación en fachadas y azoteas se ha consolidado como una estrategia clave frente al calor urbano. Edificios como el Bosco Verticale en Milán, o proyectos en Madrid como "La Vela", demuestran cómo la vegetación integrada en las infraestructuras puede reducir hasta 4?°C la temperatura ambiental, regular la humedad y, al mismo tiempo, mejorar la calidad del aire y la biodiversidad en entornos urbanos.
Una de las iniciativas más destacadas en este ámbito es Solana, el nuevo desarrollo urbanístico al norte de Madrid, que ha adoptado de forma pionera el enfoque del esqueleto verde: una red continua de corredores ecológicos que estructura todo el entorno urbano desde la naturaleza. Este planteamiento no considera las zonas verdes como elementos añadidos, sino como infraestructuras esenciales desde las que organizar la ciudad.
Una red natural que actúa como infraestructura climática: proporciona sombra, mejora la ventilación urbana, regula la temperatura y sirve de soporte para rutas de movilidad no motorizada. Más de 290.000 metros cuadrados de espacios verdes interconectados forman una columna vertebral que facilita desplazamientos peatonales y ciclistas seguros, promueve el ocio activo y refuerza la conexión de los habitantes con su entorno.
Además de su función ecológica y social, esta estructura vegetal integrada contribuye de forma directa a mitigar el efecto isla de calor, a reducir el uso del coche y a construir una ciudad más habitable y preparada para los desafíos climáticos del futuro.
Y ADEMÁS
Política de privacidad | Cookies | Aviso legal | Información adicional| miembros de CEDRO